Día 52.
A mil kilómetros de aquí te encontraré danzando entre los mayas. Buscadores de tesoro y merolicos se apropiaron del hogar de los abuelos; pero tú, que has encontrado el devenir de los cambiantes ciclos estelares, te concentras en tus pasos. Para llegar ahí la noche en vela te esculpió perfecta. Yo, jaguar, te saqué del inframundo y del recuerdo a esta mi luz que va creciendo en mi mañana.
Mientras duermes el camino canta, y a tu despertar se llena de emociones. Descubrir cada rincón con ojos nuevos te dejará poblar mis ilusiones de palabras. En tu corazón encuentro la pureza tan buscada. Y mi fuerza de felino magnifica la sonrisa que adivino en tu escritura. Porque el tiempo y la distancia se han formado en caracteres y en espacios.
Te estremece el equilibrio con que veo todas las cosas: como sol que sale siempre sobre buenos y malos, sobre libres y esclavos, justos e injustos. Eso, respondo grave, es porque no creo en la objetividad. Estoy tan lleno de mí que no me toca la arrogancia. Heredero del Eterno, soplaré para que otros lo conozcan. Cabalguemos con el viento a donde quiera. Y, si me lo permites, te enseñaré que todo lo importante de mi vida, en una palabra, es: dar.
El calor de mis brazos que te envuelve volverá a mí con tu perfume mientras viajas en el carro cual si fuera el de este Apolo. ¿Se preguntan por qué gozas tanto con el cielo? Contemos las nubes; cantemos las formas que revelan nuestra historia. Sabemos que el viento nos libera: lleva mis suspiros hasta ti, y a mí vuelve con tus besos.
Azul de la tarde en el santuario de la selva te esperará a que llegues para anclarlo en tu mirada. En unos días buscaré su recuerdo en esos ojos tuyos que tanto necesito. Entonces volveré a formar todas las cosas por su orden. Tal como me lo enseñó papá, el Eterno, daré luz, calor y vida; daré certeza y movimiento. E incluso en la noche te protegeré como jaguar.
Después de 1001 días de insistencia y consecuente negación, al fin he abierto las puertas a la abismal visión de estos Otros Laberintos. "Que entre el que quiera..."
viernes, 10 de junio de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
33.08 Laberinto: Fin de clase (60 days of freedom)
Día 53.
A veces es muy duro despertar. Me he caído de la hamaca y en este suelo de tierra me encontraron las hormigas. Treinta y tres escuadrones con su fuerza de Titanes me subieron al altar del sacrificio y me hicieron perorar un discurso inaugural en despedida; el octavo en mi carrera llena de luz como al principio.
No fue por vez primera que declaré finiquitados los trabajos de la clase; pero tal vez por ser la última del ciclo me puse más sentimental. He aprendido, sin embargo, con termodinámica certeza que a pesar de la distancia la amistad no se termina, sólo se prolonga. Y mientras digo la sentencia me atraviesan el cuerpo como espinas mis captoras. Llevadas en rayos de emoción me paralizan la voz mientras fabulo.
Un cuento veloz quiero contarles a los niños. El último del preludio, el único de mi autoría. Y es que después seguirán hacia otros puertos en donde ya mi embarcación, la del altar del sacrificio, no podrá recuperarlos. Con toda la ansiedad en mis cadenas intercalo la ficción en mi discurso. Y el acorde inaugural se desliza entre los labios.
Mientras más se acerca el fin del tiempo en la clepsidra, comprendo que no es fácil perder el lugar donde he crecido. Tantas voces me han formado. En el cruce de miradas, el saludo ocasional, la palabra dicha al aire, van surgiendo los amigos. Y si fuera necesario, me los llevaría hasta el fin mismo de la tierra. Te lo digo a ti, que me quieres tan de repente. No porque tema que me olvides. Ni para llenar nuestros espacios con simplezas. Te lo digo porque sé que aunque me vaya, seguiré escribiendo laberintos para ti.
Miro la voz de los muchachos, oigo el agua de sus ojos mientras puedo contener el sórdido torrente al que le temo. Ese que sale de mí en los días soleados, no para regar la tierra sino ahogar el cielo. Ofrezco estos últimos abrazos a la gran hermandad de niños verdes. Soy mejor poeta que maestro. Soy mejor maestro por sus voces. Los miro, remiro y admiro a todos con sus boinas verdes, sus medallas de valor, sus charreteras. Quizás alguno de ellos se atreva a salvarme de las hormigas que me alejan de la vida por el río que yo crecí.
Que el rescate nos sea provechoso. No tengo más que decir.
A veces es muy duro despertar. Me he caído de la hamaca y en este suelo de tierra me encontraron las hormigas. Treinta y tres escuadrones con su fuerza de Titanes me subieron al altar del sacrificio y me hicieron perorar un discurso inaugural en despedida; el octavo en mi carrera llena de luz como al principio.
No fue por vez primera que declaré finiquitados los trabajos de la clase; pero tal vez por ser la última del ciclo me puse más sentimental. He aprendido, sin embargo, con termodinámica certeza que a pesar de la distancia la amistad no se termina, sólo se prolonga. Y mientras digo la sentencia me atraviesan el cuerpo como espinas mis captoras. Llevadas en rayos de emoción me paralizan la voz mientras fabulo.
Un cuento veloz quiero contarles a los niños. El último del preludio, el único de mi autoría. Y es que después seguirán hacia otros puertos en donde ya mi embarcación, la del altar del sacrificio, no podrá recuperarlos. Con toda la ansiedad en mis cadenas intercalo la ficción en mi discurso. Y el acorde inaugural se desliza entre los labios.
Mientras más se acerca el fin del tiempo en la clepsidra, comprendo que no es fácil perder el lugar donde he crecido. Tantas voces me han formado. En el cruce de miradas, el saludo ocasional, la palabra dicha al aire, van surgiendo los amigos. Y si fuera necesario, me los llevaría hasta el fin mismo de la tierra. Te lo digo a ti, que me quieres tan de repente. No porque tema que me olvides. Ni para llenar nuestros espacios con simplezas. Te lo digo porque sé que aunque me vaya, seguiré escribiendo laberintos para ti.
Miro la voz de los muchachos, oigo el agua de sus ojos mientras puedo contener el sórdido torrente al que le temo. Ese que sale de mí en los días soleados, no para regar la tierra sino ahogar el cielo. Ofrezco estos últimos abrazos a la gran hermandad de niños verdes. Soy mejor poeta que maestro. Soy mejor maestro por sus voces. Los miro, remiro y admiro a todos con sus boinas verdes, sus medallas de valor, sus charreteras. Quizás alguno de ellos se atreva a salvarme de las hormigas que me alejan de la vida por el río que yo crecí.
Que el rescate nos sea provechoso. No tengo más que decir.
miércoles, 8 de junio de 2011
33.07 Laberinto: Encore (60 days of freedom)
Día 54.
Hay música que nos define y purifica. Comienza a sonar la despedida en los ciclos redundantes del adagio. Esperamos el toque, la caricia al escucharla. Los sonidos, mucho más que vibraciones y electrodos, penetran y prolongan infinitas pulsaciones de este triste corazón gitano. El esfuerzo de la noche nos bautiza de sudor y el sufrimiento se premia con aplausos.
¿Cómo prometer que habrá un retorno si yo mismo no conozco lo complejo de esa nueva sinfonía que aprenderé? Si el público pide un encore, mucho me temo que no podré tocarlo. Hoy que ha terminado este concierto, frente a la audiencia que aplaude enardecida me pregunté por ti. ¿Habrías venido a oírme de haber sabido la noticia? Como el pájaro cucú que se aparece a cada fin de hora en la partida de los tiempos también tu recuerdo me hipnotiza.
Al bajar del escenario mi conciencia, la de pies ligeros y polvosos por andar en los caminos, armará su campamento en mi razón. Guardaré por precaución las alas de los sueños, creativo par de luz imaginante que deslumbra a los curiosos. Si he de compartir esta alegría solamente será con mis hermanos: hijos del jaguar y del halcón, príncipes aztecas disfrazados de científicos en ciernes, músicos, doctores, escritores y filósofos pacientes.
Cantaré con Vasconcelos la visión de nuestro honor y juventud. Con el verbo que propaga en el espacio las acciones primordiales de Aquel que todo sabe, me rendiré ante la palabra creativa. Si es verdad que por mi raza hablará el espíritu, en este laberinto lo conjuro. Profetizo en la solemne despedida que mi hermano ganará el derecho de hacer suya esta tierra, que mi hermana salvará a nuestra gente del dolor.
Estallan címbalos, tambores y trompetas. Vibra la furia entre las cuerdas que preparan la entrada del encore que hasta hoy no sabía tocar. Tras un stacatto del Piccolo y un trémolo constante en los alientos retomo el pasaje de lo increado. Renuevo la palabra del eterno entre mis labios, preparándolo todo para el acorde final.
Hay música que nos define y purifica. Comienza a sonar la despedida en los ciclos redundantes del adagio. Esperamos el toque, la caricia al escucharla. Los sonidos, mucho más que vibraciones y electrodos, penetran y prolongan infinitas pulsaciones de este triste corazón gitano. El esfuerzo de la noche nos bautiza de sudor y el sufrimiento se premia con aplausos.
¿Cómo prometer que habrá un retorno si yo mismo no conozco lo complejo de esa nueva sinfonía que aprenderé? Si el público pide un encore, mucho me temo que no podré tocarlo. Hoy que ha terminado este concierto, frente a la audiencia que aplaude enardecida me pregunté por ti. ¿Habrías venido a oírme de haber sabido la noticia? Como el pájaro cucú que se aparece a cada fin de hora en la partida de los tiempos también tu recuerdo me hipnotiza.
Al bajar del escenario mi conciencia, la de pies ligeros y polvosos por andar en los caminos, armará su campamento en mi razón. Guardaré por precaución las alas de los sueños, creativo par de luz imaginante que deslumbra a los curiosos. Si he de compartir esta alegría solamente será con mis hermanos: hijos del jaguar y del halcón, príncipes aztecas disfrazados de científicos en ciernes, músicos, doctores, escritores y filósofos pacientes.
Cantaré con Vasconcelos la visión de nuestro honor y juventud. Con el verbo que propaga en el espacio las acciones primordiales de Aquel que todo sabe, me rendiré ante la palabra creativa. Si es verdad que por mi raza hablará el espíritu, en este laberinto lo conjuro. Profetizo en la solemne despedida que mi hermano ganará el derecho de hacer suya esta tierra, que mi hermana salvará a nuestra gente del dolor.
Estallan címbalos, tambores y trompetas. Vibra la furia entre las cuerdas que preparan la entrada del encore que hasta hoy no sabía tocar. Tras un stacatto del Piccolo y un trémolo constante en los alientos retomo el pasaje de lo increado. Renuevo la palabra del eterno entre mis labios, preparándolo todo para el acorde final.
lunes, 6 de junio de 2011
33.05 Laberinto: Interestelar (60 days of freedom)
Día 56.
Vuela el artefacto de metal sobre los astros, investigando en el candor de tus miradas la fecha exacta de arribo hasta tu puerto. Prisionera de luz ya no responde al impulso de razones que, soberanas hará poco, le dictaron lejanía, un largo tiempo junto al mar.
La multitud de las palabras que dieron forma al universo se condensa en tripartita conjunción de dos pronombres: tú. Que nos preparas con la pausa entre fugaces espirales producidas tras tormentas de este sol que ha levantado el polvo a los planetas. Cuando me escuches el canto en los sistemas de la nave sabrás que yo pensaba igual desde el principio. Y escucharás atenta el sentimiento alado: siempre que el paisaje siembre dudas, cortaré por el espacio haciendo surcos hasta llegar entre tus manos.
Con la esperanza de aprender el viaje de ida y vuelta abro bien los ojos pero el polvo del cometa que nos carga tras su estela me deslumbra. Hace frío aquí como en la tempestad de mis noches polares. Respondo siempre en movimiento. No sé si ganaré calor o la entropía me absorberá.
En medio de la noche de los tiempos, al penetrar la nebulosa del caballo en duermevela, el corazón, mi copiloto, se asemeja al rey aqueo que elucubró el plan de la victoria. Desde el vientre equino saltaré hasta doblar el universo y coincidir en este tiempo y este espacio con tu voz. No importa cuántos años luz me lleve el viaje porque siento que el mundo estalla en tu mirada. Es el Big Bang que retrocede al universo hacia su inicio desde ti. Y si el creador supiera lo que hizo, tomaría él mismo una nave para llegar también hasta tu puerto.
Vuela el artefacto de metal sobre los astros, investigando en el candor de tus miradas la fecha exacta de arribo hasta tu puerto. Prisionera de luz ya no responde al impulso de razones que, soberanas hará poco, le dictaron lejanía, un largo tiempo junto al mar.
La multitud de las palabras que dieron forma al universo se condensa en tripartita conjunción de dos pronombres: tú. Que nos preparas con la pausa entre fugaces espirales producidas tras tormentas de este sol que ha levantado el polvo a los planetas. Cuando me escuches el canto en los sistemas de la nave sabrás que yo pensaba igual desde el principio. Y escucharás atenta el sentimiento alado: siempre que el paisaje siembre dudas, cortaré por el espacio haciendo surcos hasta llegar entre tus manos.
Con la esperanza de aprender el viaje de ida y vuelta abro bien los ojos pero el polvo del cometa que nos carga tras su estela me deslumbra. Hace frío aquí como en la tempestad de mis noches polares. Respondo siempre en movimiento. No sé si ganaré calor o la entropía me absorberá.
En medio de la noche de los tiempos, al penetrar la nebulosa del caballo en duermevela, el corazón, mi copiloto, se asemeja al rey aqueo que elucubró el plan de la victoria. Desde el vientre equino saltaré hasta doblar el universo y coincidir en este tiempo y este espacio con tu voz. No importa cuántos años luz me lleve el viaje porque siento que el mundo estalla en tu mirada. Es el Big Bang que retrocede al universo hacia su inicio desde ti. Y si el creador supiera lo que hizo, tomaría él mismo una nave para llegar también hasta tu puerto.
domingo, 5 de junio de 2011
33.04 Laberinto: El llano (60 days of freedom)
Día 57.
Caín, señor de la guerra, vino a buscarme. Quería que le prestara mi ingenio para confrontar de una vez y para siempre al hermano que no lo deja mirar hacia otro lado. La sangre clama todavía desde la tierra. La sangre que se espesa y entorpece el curso de los ríos. Cuando venga tu reino navegaremos sin cansarnos; mientras tanto dragaremos el cauce de las aguas. Caín no se ha cansado de pedirme que lo apoye. Me ha ofrecido el cielo. El mismo que tú has de traer. Sus palabras hechas polvo pretenden cubrir con finísima capa mis oídos. Me sacudo todo lo que puedo pero sigo escuchando el sonsonete dentro mío.
Absurda proposición la de Caín. Después de tantos siglos aún se atreve a prometer lo que no tiene. En este llano del que no soy dueño me habló de sus proyectos. En este llano se jactó de sus bondades. Mueve las armas cadenciosamente como quien no espera un futuro. Sopla el aliento de metralla sobre los justos inocentes. Y en la polvareda que levanta se acaba toda vida. Lo cuenta con la delicadeza de un artista. Mientras afila los cuchillos para sacar mejor provecho de los cuerpos.
En este llano que me abrasa la piel he superado a los cainitas. Con las marcas de su padre entre los lomos ninguno fue rival para mi estruendo. Tras de la turba la tiniebla. Suena el querubín sendas trompetas aladas. Y a la voz del Eterno, Caín huye con rabia. Allá va echando espumarajos por la boca. Como el perro del infierno, pero atrapado para siempre en este plano de la tierra. No habrá lugar a donde corra en que pueda escabullirse del castigo.
Yo lo he capturado. En el coloquio de sus hechos ha planeado su venganza contra mí. Pero no he de temer las fauces del cazador de hombres. No saciará su hambre con mi carne. Ni escupirá sus maldiciones tras mis huesos. Yo lo he capturado y por mi mano morirá.
Caín, señor de la guerra, vino a buscarme. Quería que le prestara mi ingenio para confrontar de una vez y para siempre al hermano que no lo deja mirar hacia otro lado. La sangre clama todavía desde la tierra. La sangre que se espesa y entorpece el curso de los ríos. Cuando venga tu reino navegaremos sin cansarnos; mientras tanto dragaremos el cauce de las aguas. Caín no se ha cansado de pedirme que lo apoye. Me ha ofrecido el cielo. El mismo que tú has de traer. Sus palabras hechas polvo pretenden cubrir con finísima capa mis oídos. Me sacudo todo lo que puedo pero sigo escuchando el sonsonete dentro mío.
Absurda proposición la de Caín. Después de tantos siglos aún se atreve a prometer lo que no tiene. En este llano del que no soy dueño me habló de sus proyectos. En este llano se jactó de sus bondades. Mueve las armas cadenciosamente como quien no espera un futuro. Sopla el aliento de metralla sobre los justos inocentes. Y en la polvareda que levanta se acaba toda vida. Lo cuenta con la delicadeza de un artista. Mientras afila los cuchillos para sacar mejor provecho de los cuerpos.
En este llano que me abrasa la piel he superado a los cainitas. Con las marcas de su padre entre los lomos ninguno fue rival para mi estruendo. Tras de la turba la tiniebla. Suena el querubín sendas trompetas aladas. Y a la voz del Eterno, Caín huye con rabia. Allá va echando espumarajos por la boca. Como el perro del infierno, pero atrapado para siempre en este plano de la tierra. No habrá lugar a donde corra en que pueda escabullirse del castigo.
Yo lo he capturado. En el coloquio de sus hechos ha planeado su venganza contra mí. Pero no he de temer las fauces del cazador de hombres. No saciará su hambre con mi carne. Ni escupirá sus maldiciones tras mis huesos. Yo lo he capturado y por mi mano morirá.
sábado, 4 de junio de 2011
33.03 Laberinto: Leviatán (60 días de libertad)
Día 58.
"Pero el manto de la criatura se tornará en fuego viviente cuando el tahalí del divinal Orfeo vuelva a relumbrar bajo el calor de Apolo", recordó, por fin, el Nigromante. La palabra alada se hizo carne y en ella apareció la musa, atraída de las faldas del Olimpo tras la dulzura de tus brazos. Y aquella mujer extraña de piel de arena y ensortijados besos que murmuró a nuestro oído la sentencia nos guardará de nueva cuenta en este viaje.
Si en altamar la vida de un suspiro de la diosa nos trajo hasta esta playa donde estaremos a salvo del poder de la criatura, no habrá otras diez mil naves que acompañen ni su catálogo se extenderá como en la Ilíada. No habrá tampoco otro calor que el de tus astros. En esta noche de la vida tomaremos un sueño para gozar inadvertidos, encandilados entre ambas torres cuando el caballo y los alfiles yazgan tiritando.
Me rehuso a huir de mi destino. Y pronto a partir me desvanezco en la tormenta. No sabrán a qué venimos, ni de donde hemos llegado. Pero el corazón que desafía nos llama fuera a que mojemos nuestros pasos. ¿Vendrás a mí antes de la noche? ¿Sabrás que toco el cielo cuando clamo? El eternal fulgor de la palabra que nos impulsa me ha conducido mar adentro.
Llega Leviatán, el monstruo alado de la desventura, a reclamar lo que de antiguo fuera suyo. Montado sobre las olas se acerca hasta tus ojos. Solo yo percibo su reflejo de serpiente en tus pupilas. Y ese brillo que en otro tiempo dio calor, me ha provocado escalofrío. No habrá lira que se enfrente al desconsuelo, ni voz tan armoniosa que rescate al amoroso de su duelo. ¡Vive la luz que sin embargo estoy tratando!
"Pero el manto de la criatura se tornará en fuego viviente cuando el tahalí del divinal Orfeo vuelva a relumbrar bajo el calor de Apolo", recordó, por fin, el Nigromante. La palabra alada se hizo carne y en ella apareció la musa, atraída de las faldas del Olimpo tras la dulzura de tus brazos. Y aquella mujer extraña de piel de arena y ensortijados besos que murmuró a nuestro oído la sentencia nos guardará de nueva cuenta en este viaje.
Si en altamar la vida de un suspiro de la diosa nos trajo hasta esta playa donde estaremos a salvo del poder de la criatura, no habrá otras diez mil naves que acompañen ni su catálogo se extenderá como en la Ilíada. No habrá tampoco otro calor que el de tus astros. En esta noche de la vida tomaremos un sueño para gozar inadvertidos, encandilados entre ambas torres cuando el caballo y los alfiles yazgan tiritando.
Me rehuso a huir de mi destino. Y pronto a partir me desvanezco en la tormenta. No sabrán a qué venimos, ni de donde hemos llegado. Pero el corazón que desafía nos llama fuera a que mojemos nuestros pasos. ¿Vendrás a mí antes de la noche? ¿Sabrás que toco el cielo cuando clamo? El eternal fulgor de la palabra que nos impulsa me ha conducido mar adentro.
Llega Leviatán, el monstruo alado de la desventura, a reclamar lo que de antiguo fuera suyo. Montado sobre las olas se acerca hasta tus ojos. Solo yo percibo su reflejo de serpiente en tus pupilas. Y ese brillo que en otro tiempo dio calor, me ha provocado escalofrío. No habrá lira que se enfrente al desconsuelo, ni voz tan armoniosa que rescate al amoroso de su duelo. ¡Vive la luz que sin embargo estoy tratando!
viernes, 3 de junio de 2011
33.02 Laberinto: un viaje (60 days of freedom)
Día 59.
Soberano, el viento en la carretera se cuela por las ventanas. Ha ido buscando la mejor manera de perderse en tus ideas: mueve nubes, vuela hojas, remolino con el polvo de la estepa, no podría saber en realidad lo que murmuran tantas aves que cabalgan en tus alas.
Siente tu mirada de cristal evanescente y se enreda en tus cabellos de obsidiana. Habla entonces tu costado de cielo de luz de murmullo melancólico. Nos advierte en la felicidad, sobre el correr de dos mil horas, cuánto más nos costará llegar hasta el destino. Sobre latitud oeste y en camino siempre al norte no mediremos nuestros pasos. Y ese monte que te aguarda intermitente escupirá la fumarola como en espera de un final.
Pero no se llega al fin sin un principio. No hay apocalipsis sin revelaciones. Y tendremos que apagar la luz de nuestros ojos un momento, satisfacer la cantidad ruinosa de aparatos cargados de luz y de centella para admirar la consecuencia. ¿Será que estaremos todos despiertos cuando nos llegue la hora?
Silenciosos, sibilantes, montados en el viento, nos movemos hacia el ágora de nuestros sueños. Ahí, donde el suspiro de luz de nuestra lengua nos transforma en seres inmortales aplaudimos los esfuerzos y en el constante cavilar de nuestras almas atrapamos el futuro con el áureo misterio de lo reluciente y nuevo.
No cesarán mis cantos. Apartaré la profecía de lo pasado y en este abrazo que nos damos atraparemos otra vez la ráfaga primera con que iniciara la creación.
Antes de que llegue el último minuto diremos: ¡Qué buen viaje el que hemos emprendido!¡Qué grata compañía y la luz que de ella se desprende! Luciérnagas del campo de los sueños nos visitan para encender el corazón inmarcesible nacido de nosotros.
Soberano, el viento en la carretera se cuela por las ventanas. Ha ido buscando la mejor manera de perderse en tus ideas: mueve nubes, vuela hojas, remolino con el polvo de la estepa, no podría saber en realidad lo que murmuran tantas aves que cabalgan en tus alas.
Siente tu mirada de cristal evanescente y se enreda en tus cabellos de obsidiana. Habla entonces tu costado de cielo de luz de murmullo melancólico. Nos advierte en la felicidad, sobre el correr de dos mil horas, cuánto más nos costará llegar hasta el destino. Sobre latitud oeste y en camino siempre al norte no mediremos nuestros pasos. Y ese monte que te aguarda intermitente escupirá la fumarola como en espera de un final.
Pero no se llega al fin sin un principio. No hay apocalipsis sin revelaciones. Y tendremos que apagar la luz de nuestros ojos un momento, satisfacer la cantidad ruinosa de aparatos cargados de luz y de centella para admirar la consecuencia. ¿Será que estaremos todos despiertos cuando nos llegue la hora?
Silenciosos, sibilantes, montados en el viento, nos movemos hacia el ágora de nuestros sueños. Ahí, donde el suspiro de luz de nuestra lengua nos transforma en seres inmortales aplaudimos los esfuerzos y en el constante cavilar de nuestras almas atrapamos el futuro con el áureo misterio de lo reluciente y nuevo.
No cesarán mis cantos. Apartaré la profecía de lo pasado y en este abrazo que nos damos atraparemos otra vez la ráfaga primera con que iniciara la creación.
Antes de que llegue el último minuto diremos: ¡Qué buen viaje el que hemos emprendido!¡Qué grata compañía y la luz que de ella se desprende! Luciérnagas del campo de los sueños nos visitan para encender el corazón inmarcesible nacido de nosotros.
jueves, 2 de junio de 2011
33.01 Laberinto: Beatlemanía (60 days of freedom)
Día 60.
"¡Gracias doy a Dios, que me libró de Yoko Ono!" Se me oyó decir en voz audible. Hubo risas, y alguna sonrisa de complicidad.
No me encuentro en un estudio ni en la azotea de un edificio a punto de que me censuren un concierto. Estoy en cama. Me siento a escuchar los álbumes viejos que todavía conservo. Pero me doy cuenta de que no son álbumes sino libros. El primero de mi vida, el libro de los libros se me presenta en pasta negra y con anotaciones al margen. Las estudio. Fueron hechas por mi mano, que en ese entonces fue otra mano.
Hay otros tomos, más delgados, más efímeros. Los ojeo. Es arte secuencial, de ese que siempre he aspirado a crear, que se presenta frente a mí como diciendo: aquí estamos. No nos abandones. Ninguno me sonó como a los Beatles. Ahora me doy cuenta que todo es lo mismo. Todo salvo Daft Punk, que son sus herederos. Herederos de ellos mismos, quiero decir. Los escucho insistentemente. Me repiten que tal vez no sea el indicado, quizás no sea el tiempo adecuado; pero hay algo entre nosotros que habrá que decir, hay algo de cualquier modo.
No les he dicho que estoy a punto de saltar con un parasubidas, a la manera de Altazor. Sueño que subo, subo, subo, y en lo más alto, en lugar de detenerme, sigo a merced del artefacto volador. Es una máquina que, ya iniciada, no para hasta que realmente el tiempo da vueltas sobre sí mismo y se enrosca. Cuando llegue la espiral habré tocado mi destino y entonces la progresión 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, no se detendrá.
Acudo a las voces que me han acompañado. Todas resuenan entre las paredes. Alguna nueva pieza me invita a bailar desde mi asiento. Puedo moverme, quiero moverme para verla. Encuentro una bella partitura. Habrá que ir entreverando mi armonía con la suya. Veremos qué resulta.
"¡Gracias doy a Dios, que me libró de Yoko Ono!" Se me oyó decir en voz audible. Hubo risas, y alguna sonrisa de complicidad.
No me encuentro en un estudio ni en la azotea de un edificio a punto de que me censuren un concierto. Estoy en cama. Me siento a escuchar los álbumes viejos que todavía conservo. Pero me doy cuenta de que no son álbumes sino libros. El primero de mi vida, el libro de los libros se me presenta en pasta negra y con anotaciones al margen. Las estudio. Fueron hechas por mi mano, que en ese entonces fue otra mano.
Hay otros tomos, más delgados, más efímeros. Los ojeo. Es arte secuencial, de ese que siempre he aspirado a crear, que se presenta frente a mí como diciendo: aquí estamos. No nos abandones. Ninguno me sonó como a los Beatles. Ahora me doy cuenta que todo es lo mismo. Todo salvo Daft Punk, que son sus herederos. Herederos de ellos mismos, quiero decir. Los escucho insistentemente. Me repiten que tal vez no sea el indicado, quizás no sea el tiempo adecuado; pero hay algo entre nosotros que habrá que decir, hay algo de cualquier modo.
No les he dicho que estoy a punto de saltar con un parasubidas, a la manera de Altazor. Sueño que subo, subo, subo, y en lo más alto, en lugar de detenerme, sigo a merced del artefacto volador. Es una máquina que, ya iniciada, no para hasta que realmente el tiempo da vueltas sobre sí mismo y se enrosca. Cuando llegue la espiral habré tocado mi destino y entonces la progresión 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, no se detendrá.
Acudo a las voces que me han acompañado. Todas resuenan entre las paredes. Alguna nueva pieza me invita a bailar desde mi asiento. Puedo moverme, quiero moverme para verla. Encuentro una bella partitura. Habrá que ir entreverando mi armonía con la suya. Veremos qué resulta.
miércoles, 1 de junio de 2011
33 Laberinto (Prólogo a "60 days of freedom")
Por mí se llega al recuento de los días.
Por mí, al final del laberinto.
Pero has de saber que sólo es el principio
de otro bosque nuevo que prolongo hasta el abismo.
El sonido de tus pasos será quien me alimente.
Uno... sin perder la luz en tu mirada entrarás a un nuevo espacio,
dos... pero habrás de guardar fe para no perderte
tres...bajo la dirección de mis palabras
cuatro... cada noche habrá una nueva puerta que se abra.
cinco... cada madrugada propondré otras tres salidas.
seis... para siempre vagarás en este bosque
siete... al terminar estos 60 días de libertad.
Por mí, al final del laberinto.
Pero has de saber que sólo es el principio
de otro bosque nuevo que prolongo hasta el abismo.
El sonido de tus pasos será quien me alimente.
Uno... sin perder la luz en tu mirada entrarás a un nuevo espacio,
dos... pero habrás de guardar fe para no perderte
tres...bajo la dirección de mis palabras
cuatro... cada noche habrá una nueva puerta que se abra.
cinco... cada madrugada propondré otras tres salidas.
seis... para siempre vagarás en este bosque
siete... al terminar estos 60 días de libertad.
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