jueves, 27 de febrero de 2014

Laberinto 38.2 Elegía de los rizos: Segunda elegía



§ 2. De las cabelleras magistrales o la gracia de los bosques siempre verdes

Para K

2.1  ¡Cómo quisiera aprender del brillo de estos rizos! Y que desde algún lejano e improbable salón de clases dividido en esperanza desvanezcan toda duda, como rayos de la mítica Parthenos que regalaba con olivos a los sabios. Pero siempre llegará el verano (ya se ha hecho permanente para mí) y las labores de los cultos cesarán entre razones de cansancios, vidas nuevas, cartapacios agotados o fulgores de abandono en esas aulas que auguraron toda dicha tras de sí. 

2.2  Mientras sigo cada pausa acanalada de tu cabellera magistral, sostengo el aliento. Entretanto que la luz abriga tu misterio de azabache, me pregunto desde cuándo el universo propagó hasta las cenizas su portento. Quizás no arriben abundantes sus decursos, ni en extremo ensortijadas sus carreras; pero en esta guerra por la paz tan anhelada, saber que sus ojos guardan, por acaso, alguna de mis letras, me consuela del dolor y las ausencias.

2.3  Admirando siempre desde lejos sus vaivenes, anticipo que otros ojos más humanos habrán de merecerlos para otoño. Nido de luz, tu cabellera nada con los días los compases del silencio que se quiebra en los sentidos de estos niños que nacieron con barreras. No llegará su senda a los mortales, ni surgirán treinta y tres vueltas de tuerca; pero el rumor de su alegría bastará a los oídos del Espíritu celeste.  Y sabremos que una parte de su risa ha nacido desde ti.

2.4  Como el árbol de ese monte que nunca pierde sus hojas en invierno, las magistrales cabelleras jamás perderán oscilaciones. En espiral abarcarán toda bondad, toda paciencia y ceñirán las mentes de razones.  Y cuando la palabra alada se cumpla en sus futuros, cuando el milagro nazca de tu corazón de savia, ninguna maldición hará efecto en tu interior de ámbar puro, pues todavía habrás de sostener con tus rizos al cansado y con tu risa a los enfermos.

2.5  Mira que el Eterno permitió la conjunción de verdes montes y ligeros signos sonrosados bajo el cenit del universo para hacerte. La unión de tierra y aire que permite en comunión complementaria de colores arribar a la perfecta dicha de tus ríos serpenteantes de bondades. Buscaré aún las palabras exactas para avistar hasta tu cielo.

2.6  Mira que los oídos de los sabios se sorprenden bajo el discurrir de tu belleza. Y ante la especie ligera de las hadas que sobrevuelan los sueños de los justos con barreras eres más bien reina y dueña de toda sabiduría y fortaleza. Entre tanta maravilla alada, sé que encontraré algún día la oculta casa de tus bosques siempre verdes. Sea, quizás, solamente para mirarte en silencio por la vez última, antes de partir hacia las nieves.

martes, 25 de febrero de 2014

Laberinto 38.1 Elegía de los rizos: Primera Elegía.


§ 1. De cómo una mujer con chinos no debe hacer caso de lo que la gente lacia le critique
Para Shu

1.1  Se dice que cada cabeza es un mundo, que en cada mundo hay ideas infinitas, que el infinito cabe en una cáscara de nuez. Yo he conocido incontables universos y, entre ellos, algunos de cabelleras desparpajadas, abundantes como selvas, atroces como amaneceres. Sus claroscuros me han robado (no en pocas ocasiones) la concentración, y las ideas se han puesto a maquinar mejores formas para cantar todas sus bondades.

1.2  Nunca, sin embargo, he logrado perderme en su filigrana de retruécanos masivos. Con todo, sus rizos fascinan por lo indómito de su voluntad, lo desconcertante de sus retornos en medio de humedades, lo natural de su cascadeo sobre los hombros y sobre los nombres. Permanecen brillantes para siempre, y en constante reformulación, debido a que carecen de la aerodinámica propia de los tejidos más moldeables, pero menos divertidos, de los lacios.

1.3  Por esta razón, por el movimiento perpetuo y el reacomodo constante de sus salvajes cabelleras, la mujer de rizos posee una sensibilidad especial para el cambio y la transferencia. Es un rasgo que domina su carácter y que le permite repensar en un santiamén cursos enteros de acción cuando se ve enfrentada a la inamovilidad de los destinos. No así los lacios, para quienes todo es engominado y perfecto, en quienes reposa una serenidad estática de frutos acicalados y moradas impermeables.

1.4  De modo que la diversidad de caracteres que se impuso en el principio de los tiempos por mor de la simetría en el universo, no debería obstaculizar el avance de las espirales y quebradas formas curvilíneas de la conciencia. En cambio, al aprender a resolver las diferencias, encontrarán que los unos contrarrestan los defectos de los otros. O, como bien dicen los que saben, que entre bellas y peinados las sobriedades absolutas nunca fueron elegantes.

1.5  Vale más, por tanta ciencia, reconocer las libertades de las ondas dulcemente entre los cielos, pues emulan el amplio discurrir de las riveras y la sabia discusión de los aéreos que nos empujan persistentes con seducción inescrutable a disfrutar revoloteos de juventudes y memorias ancestrales.

1.6  Vale más, por tantas artes, suspirar entre sus vuelos como el ave que, cantando, emula cientos de otras voces. Vale más pintar acciones que perduren en sus curvas de mosaicos infranqueables, como materia viva del cariño que profese un adecuado buscador de las permutaciones.

sábado, 22 de febrero de 2014

Laberinto 38.0 Elegía de los rizos (Prefacio)


§ 0. Prefacio que cuenta la dicha perdida de los rizos (y de los capilares ondulados) y que excusa al autor de las opiniones vertidas en la nombrada elegía por arte del recurso literario

0.1  Los doce parágrafos siguientes, como apóstoles de una lógica espiral, pretenden retratar el discurrir de aquellas ficciones que han surgido apegadas a las frescas cabelleras de quienes se nutren como centro; quieren ser también testimonio de su influjo sobre esta escritura apresurada, espontánea o esponjosa (que no esponjada porque no tiene más de qué jactarse que de ser arroyo de palabras) que quisiera dar algún remanso a las ideas una vez captada por los ojos.

0.2  Sirvan también como testimonio de gratitud y de la persistencia en esta pluma de minucias y recuerdos como ecos, que hasta el alba habrán de parecer a ojos ajenos pretextos simples y pasajeros. Quiera el Infinito que las dueñas de aquellos rizos y de esos cabellos ondulados que intento retratar entre las letras, se reconozcan y se acepten reinventadas en alguno de estos lienzos de palabras.   

0.3  Sepa el lector que, sin embargo, no hablo más de lo que he visto o imagino. Me consuela que, a pesar de mis ciertas ignorancias y la posible parquedad de mis palabras, las razones que divido en una docena de claveles, llegarán a conocerse como ciertas en un mundo erigido para cada una de ellas, a quienes de un modo u otro irremediablemente perdí.