jueves, 26 de mayo de 2011

32 Laberinto

Y dime qué haré sin mi guardián de los libros.
No pondré flores con agua en su tumba,
Ni escribiré en su cripta la sentencia
que dictase moribundo.
Saltaré los cielos, gritaré con ansias
que el guardián debía volverse un inmortal.

Y sonará en las nubes mi bramido;
soltarán mil gotas que, soldados,
mojarán mi pecho y en el campo
santos mirarán los ángeles de piedra
nuestra reconciliación con el eterno.