jueves, 5 de junio de 2014

Laberinto 38.11 Elegía de los rizos: Elegía décimo primera


§ 11. De la naturaleza elusiva de las cabelleras ondulantes y los vuelos que provocan
Para Vale F., esta última vez

11.1Blanca es la ventana de tu cuerpo. Y su puerta, rojo carmesí de acicalados labios, en ternuras infinitas me atraviesan mente y corazón al sonido de la flecha de tu voz. Pero este ciervo no baja la osamenta hasta que nota el mineral destello en tu corona, y el tiempo pasa y se acomoda entre un espasmo, y el brote cruel de tu cabellera esquiva me sorprende. Ya que absorbes toda luz ante tu paso, no queda más que mirarte en un arrullo. ¡Cómo quisiera que estas astas fuesen alas! ¡Cómo quisiera despojarme de mí mismo entre tus vuelos!

11.2 Moribundo, espero un protector. Pero el conjuro entre mis labios se ha formado como pluma. Y es entonces cuando sueño que no me convertí en Canek, la serpiente de obsidiana, sino que mantuve mis colores en el cielo junto a tus vuelos. Me pregunto si aún estás dispuesta a recibir esa última caricia de mis manos o mis letras (que se confunden a sí mismas en su andar entre piedades y profanos universos que se engendran en el paso de los días). Esa última caricia que poco antes de caer te prometí.

11.3 Sirena del aire, ¿y tus alas? No te las concedieron los hombres, quienes sólo quieren el control. Pero aún es primavera por aquí y el artilugio de tu nombre me presta, como en astucia, las alas de cera de otro prístino insensato que se atrevió a volar cerca de ti. Sirena del aire, ¿te alejas? No sabremos más de ti sino la estela de nubes que rasgas. Y si aún es primavera por aquí, nos llegará en el viento el eco de tu risa en libertad.

11.4 Si la palabra se dispersa tras tu escape, no será lo definitivo en tus oídos. Mas si llegase a volverse permanente en tu memoria, se volvería lo definitivo en tus ojos. Más nítido que tus rizos que pasan, más tangible que tus caminos desandados, más verás que nuestros ires y venires con los años. Lo definitivo en tus manos será lo transparente de mis textos a tus labios. Aunque no pueda asirte porque eres aire que pasa y que viene y se va entre días de sol y de tormenta.

11.5En tu cabello encuentro el brillo que le falta a los misterios de mis días y mis silencios. Ahí, escondido entre el espacio de sus ondas se agazapa mi deseo. Y la vida se me va en imaginar cómo sacarlo de ahí sin perturbarte los sueños. Sé que soltarás amarras pronto; sé que debo apresurar mis maniobras. Pues percibo que el invierno apenas ha podido desnudar tu corazón de toda calidez, y en las alturas, donde habitas, se reviste del afecto que, entrañable, clama todavía a los vientos escondidos. Se recubre de otros viajes que muy pronto abarcarás.

11.6Déjame escribir una vez más para el espacio de tus rizos, que se dibujan en jirones por el cielo cuando pasas navegando entre tus naves. Mira que el ocaso no ha llegado y aún nos brilla el mediodía entre los ojos, en los labios y en los corazones. Y si no, por lo menos déjame escribir por última vez el transcurso de tus vuelos. Más tarde, quizás, olvidarás de memoria mis andanzas hacia ti; más tarde, quizás, el espacio sideral y el astronauta te cautiven, más cercanos a tu estirpe de cósmica tormenta, universal y etérea.