domingo, 7 de marzo de 2010

3er Laberinto

Scala

En los libros del Cuarto Cardinal se explica la progresión de movimientos para ejecutar el paso de la muerte. La descripción es ardua y compleja porque se ha debido traducir dimensiones espaciales a la linealidad de la lengua escrita. Al modo de los manuales matemáticos, el tercer tomo incluye tablas y gráficas que deberán ser aprendidas por el viajante antes de intentar la hazaña. Pero el tomo vigésimo cuarto, que debería contener los relatos de las conversiones fantásticas realizadas por los miembros de la orden, se encuentra casi vacío; excepto por dos entradas: la primera hecha en 1946, por un supuesto amigo de Exupéry; y la segunda, de 1984, por un tardío miembro de la orden cuyo nombre se ha borrado.
Cómo fue a parar a mis manos este último tomo de los Cardinales interesa poco. Reproduzco aquí la segunda misteriosa entrada porque en ella he visto reflejada mi sorpresa, y ahora en su esencia reposa la mía:

"Octubre de 1984

Hay, en la esquina de Pípila y la Calle 3, un corte oblicuo que nos separa, según los conocedores, de otras muchas dimensiones espantables. Yo no creía en sus palabras hasta que vi, asombrado, aquel prodigio. Caminaba absorto en mis pensamientos cuando tropecé con una madre y sus pequeños. El niño menor, de mirada avispada y cabellos rebeldes, caminó hacia la citada esquina por la parte superior de una escalera que primero baja y luego sube al hacer escuadra. La trayectoria del pequeño, sin embargo, no fue recta. Bajó dos escalones de frente, volteó a ver a su madre, que lo observaba desde abajo por si acaso cayera de repente, retrocedió sobre sus pasos, y bajó, después, de golpe todo el tramo que le restaba para llegar a la esquina. Fue entonces cuando se abrió el portal, y, desaparecido el niño, la madre cayó en la desesperación.
Ignorantes de mi filiación cardinalicia, debieron tomarme por loco cuando, en mi estupor exclamé: ¡Al norte, siempre al norte desde el este! Entonces la madre se lanzó hacia el punto en que había desaparecido el niño y cayó cuan larga era: el portal se había cerrado."

Entiendo que el pequeño desaparecido debió haber realizado exactamente los movimientos del paso de la muerte; si fue azar o fue el destino, lo decidirá quien lea esto. Yo solamente sé que hace un par de días, en el periódico local -un pasquín barato- apareció una nota en un octavo de página que reportaba la extraña aparición de un hombre barbado, de cabellera larga y de mirada perdida, que alegaba haber pasado décadas enteras atrapado en otra dimensión. El hombre, desquiciado en su alegría por haber vuelto a este plano, realizaba una serie de movimientos que para los no iniciados parecían aleatorios, pero que cualquier Cardinal podría entender como uno de los rituales de la orden. Sobra decir que fue encerrado en el psiquiátrico. Sospecho que, después de haber sobrevivido tanto tiempo en uno, ahora también él se ha convertido en el laberinto.