§ 9. De la fuga, y el espacio que se escapa en cada rizo
para Meri, para Rubí
9.1 Fue entre el fuego y la materia que encontré tus pasos en
mis ruinas circulares. Mirada fija en el ocaso de mi vida, descubriste que el
poder de tus palabras y tus rizos me alejaba de la muerte. Pero no fue hasta la
luna que llegaron nuestros viajes. Esa que nos dijo que alcanzaba a
transformarte en una mítica morada de matices pasajeros. Entonces un minuto de
silencio hizo siete peripecias disfrazadas y acabó la paz de trasladarnos hasta
el mundo de ilusiones que operaba entre los sueños.
9.2 Los rodillos
espirales que transportan la abismal escena ante tus ojos se despliegan a
kilómetros del suelo y, como lluvia de las selvas, se enmaraña tu cabello en mi
suspiro. A tu vuelta ya no serás la misma, ni yo expiaré el destino en
solitario. Quisiera saber si los lobos beberán las aguas de este mismo río que
nos separa. O si el mínimo color de la espesura salvará distancias entre tus
rizos y mis manos. ¿Logrará, aun con la ruptura, mantener resonando los
tambores?
9.3 Conocí en tu
cabellera un espacio para el arte de la fuga. Música prefigurada por el más
iluminado de los arcaicos maestros alemanes, mi experiencia de tus rizos se
convierte en tres extractos de armonía que configuran un espacio sin fronteras.
Circulares melodías, que nos envuelven, contrapuntean con el silencio del
pasado que hubiera querido atarnos al abismo pero no pudo controlarnos, y en el
sueño vespertino de los crescendos
espirales se renuevan nuestras fuerzas.
9.4 Damos espacio a la palabra como quien se pasa los días
pensando una respuesta. Y el argumento preferido es recuento del escape hacia los
pámpanos de una felicidad efímera que se cuelgan sobre espacios diferentes al
que nos hizo comprender nuestros caminos. Mudar la naturaleza en la ficción no
ha sido nunca suficiente para comprender el motivo en tus cabellos. Pero sigo
el recorrido en espiral de esos sarmientos desde lejos, y en el valle que los
guarda espero atento por sus ecos.
9.5 Apenas
reconozco tus cascadas, después de tanto divagar entre las sombras. Incluso en
la primera luna roja, serpenteante melodía de tus cabellos me ha llamado, y
bajo el claro del satélite aguardaré hasta que aparezcas; no sé si convertida
en otro ser más desafiante y claro, no sé si transformada en terrible vendaval
de madrugada. Sólo atino a comprender que es tu estela una señal de esperanza
combativa en medio de mi escape hacia los cielos
9.6 Y, si en el
momento en el que dan las campanadas, sucediera la locura insospechada de
encontrarte, no marcharé con gallardía hasta tu espacio, sino en sigilo y con
cautela para no encrespar de nuevo la sutil filigrana de tus rizos. En aquel
momento cortaré por todo atajo y hasta el campo de lo nuevo llegaré con otra
voz, con otros ojos, con otra máscara de selva que ya no será mía sino de ti
emanada para cubrir el imperfecto discurrir de nuestros pasos.
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