domingo, 28 de septiembre de 2014

Laberinto 40. Un sueño: Distopía


Recorro la biblioteca en desorden. Ya no queda tiempo para escoger un libro. Tan sólo puedo mirarlos desde lejos. En aquellos estantes parecen todo menos las bestias fabulosas de las que me han contado los mayores. Se ven tan dóciles y domesticados, tan fuera de lugar, tan apretados. Hasta siento lástima por ellos: empolvándose con los días, ligados al desprecio de estos hombres que ya no quieren voltear hacia el sagrado repositorio; como si considerasen que es el último resquicio de una cultura hace tantos ciclos olvidada.

Me estremezco al pensar que los perdemos. Llámenme un anciano pero tengo sed de nuevas emociones y me he cansado de buscarlas en la calle. Advierto que mis manos están llenas de polvo, suciedad y podredumbre. De pronto me parece que, de aquellas bestiecillas tan domadas, pocas sobrevivirán el roce de mis dedos, torpes e inútiles para las hojas tan constantes. Pero claro, ya no queda tiempo para mí; de modo que nada han de temer los tomos gordos pero frágiles de celuloso encanto.

Arrastro los pies y me percato de que el polvo ha cubierto todas las baldosas. No es una capa fina sino una costra que se alarga hasta los labios y me reseca las narices. Carezco de toda habilidad para limpiarla. Mis pasos, en cambio, dibujan mi transcurso de exiliado. El filo de la luz en la ventana me revela aquellos filamentos desprendidos de los sabios. Si me acerco nuevamente a los estantes puede ser que oigan conmigo el ronroneo. Escuchen la voz, los estertores, los jadeos, que se escapan entre el polvo y las cubiertas.

Pero ya no queda tiempo para liberar a alguno. Vienen los celadores con sus miradas vacías, cansadas por cumplir con todos los sacramentos del resguardo. Vienen para impedir que mis manos impuras y mis ojos callosos revelen a las bestias multiformes su naturaleza verdadera. Quisiera que me dejaran seguir. Quisiera arruinar sus órdenes perfectamente numerados; y corroer todos sus cerrojos de metal; y reventar entre mis ojos sus envidias vanidosas. Quisiera saber qué dicen todos esos volúmenes antiguos. Pero yo no sé leer; para mi desgracia. 

domingo, 10 de agosto de 2014

Laberinto 39. Luna de agosto


In memoriam Rafa: 
tú, breve colibrí...

¿Por qué nos fascina la luna tan plena?
Barco de sueños que alberga suspiros velados
de improbables viajeros del tiempo
del viento y del hambre

A ratos con nubes y a ratos a solas
pasea majestuosa en los mares de arriba
con la sola esperanza de ser recobrada
por un hemisferio o el otro
con flechas de algún visionario

Y mi silencio se aferra de pronto
al ancla fresca de sus mares de luz
en la espuma y las olas fugaces
que llaman un amor a existencia

¿Por qué nos fascina la luna tan plena?
Porque arde en nosotros su rostro hasta el alba
y nos llama los sueños prestados
para ver si en el pecho se anida el recuerdo de sí
y alguna vez a buscarla llegamos 

martes, 8 de julio de 2014

Laberinto 38.13 Elegía de los rizos: Elegía final


§ 13. Elegía final, que completa el número perfecto de espirales del suspiro

13.1    Viva, la infinita cabellera que resguarda mis suspiros entre letras y silencios, saciará puntual la curiosa melodía de las preguntas esbozadas al perfume de estos rizos y cabellos ondulados que a su paso han abierto, perpetuado y concluido tramas singulares en el telar de mi existencia. Música de espirales áureas que resuenan infinitas se ha provisto para escoltar el discurrir de mis poemas entre sus ojos claroscuros impetuosos que nos muestran el pasado y el futuro de una vez y para siempre.

13.2    En catorce cabelleras se revelan mis motivos. En catorce ondulaciones he apartado los misterios y he guardado el sentimiento. Sepan cuantos leen estas andanzas espirales de la pluma, que el número real de inspiraciones de estas líneas en mi boca de asteriónica tendencia llega a parecerse al infinito. Sepan asimismo que a partir de ahora el mundo habrá quedado traspasado por la esencia de esos rizos, que obedecen para siempre aquel arcano mandamiento del amor, de la vida y del olvido.

13.3    Yo no puedo prometer nada más por fuerza de estas letras. Tan sólo que, llegado el momento, si alguna vez las lágrimas descienden por los rostros suaves que acompañan los cabellos, cuando hayan perdido aquello que no es en modo alguno reemplazable, aprenderé de los errores cometidos e intentaré atrapar una furtiva sonrisa de sus rizos con canciones, con razones, con verdades. Sólo puedo prometer que, si es aún posible para mí crear sonido, habrá un manto de palabras que rompa el silencio de sus rizos al caer entre los cielos.


martes, 1 de julio de 2014

Laberinto 38.12 Elegía de los rizos: Elegía décimo segunda


§ 12. De la ciencia que se esconde en los cabellos ondulados
Para Mariana

12.1Vespertina, tu figura desvanece los ocasos. Al pasar el bullicio inicial de los atrios ancestrales, se acomoda fugitiva en el ensueño y esa miel que te emana de los ojos cristaliza en lis de ciencia y arte y luz la fascinación creadora de los sabios. Allí donde los cielos olvidaran el color de su afición y la tierra adoptase el azul caído hasta la aurora, has inventado la paz que te persigue, que nos evade, que los creó perfectos para el tiempo del olvido.

12.2 Ocre es la luz que te ha cubierto en mi recuerdo; pero aquel sol de los danzantes no suele acotar sus pasos hasta ti. En cambio, una elipse interrumpida que entorpece mediciones sacará a la luz verdades manifiestas sobre el cuerpo, desde el aire y con la voz de los señeros siglos que preceden y establecen fundamentos a la ciencia de acercarnos otra vez. Entre el cálculo y la rima que nutre a tu hermosa descendencia vagarán estos fantasmas de palabras extranjeras hasta mí.

12.3 Por eso he de recurrir a la espiral de tus cabellos, acotada en mis palabras, atisbada en estos versos que se acabarán bien pronto, más allá del espectro de tus rizos y la grave proporción de los sonidos que te nutren. Por eso la voluntad de no perderte por completo me persigue entre sombras largas del ocaso y acumulo estrellas mientras pienso que en otro tiempo el polvo de la luna nutrió todas las cosas buenas nacidas de nuestro vínculo en la voz.

12.4 Así que espera un poco más, y el resplandor de una sonrisa alcanzará tus soledades. Tal como a mí me ha sorprendido el discurrir de tus cabellos sobre el tiempo en que las hojas reverdecen. Aquel lugar donde te encuentras tendrá por siempre la mejor visión del infinito que es en el oscuro de las ondas de tu espacio, y no sabremos cuánto más nos nutrirá con sus compuestos pero de algo estoy seguro: que tu misterio no será encubierto por la ciencia.

12.5 Veremos el milagro de tu brillo con la esencia de los cálculos ocultos que nos deja la memoria. En los doctores que recitan desde el frío en sus corazones oiremos los conjuros como fórmulas infames e incompletas de la vida y el sublime natural pero sin alma en sus cabellos, y tendrás que hacerles ver que no sólo en grados o de libros vive el hombre sino de toda vida que produce la belleza y de todo ruido que produce la alegría de un nuevo ser.

12.6 Y con la voz en sintonía con el reverso de tus rizos, apagarás todas las dudas que nos quedan por vivir. Simplemente porque el beso escondido en tus cabellos se desata cuando esa luz de la razón se apaga y comienzan las horas del ensueño. Como si nadie hubiese visto que mis pasos se acercaban, me repito entre estos versos que el camino me ha alejado; pero lo cierto es que se queda este recuerdo junto a mí.