martes, 1 de julio de 2014

Laberinto 38.12 Elegía de los rizos: Elegía décimo segunda


§ 12. De la ciencia que se esconde en los cabellos ondulados
Para Mariana

12.1Vespertina, tu figura desvanece los ocasos. Al pasar el bullicio inicial de los atrios ancestrales, se acomoda fugitiva en el ensueño y esa miel que te emana de los ojos cristaliza en lis de ciencia y arte y luz la fascinación creadora de los sabios. Allí donde los cielos olvidaran el color de su afición y la tierra adoptase el azul caído hasta la aurora, has inventado la paz que te persigue, que nos evade, que los creó perfectos para el tiempo del olvido.

12.2 Ocre es la luz que te ha cubierto en mi recuerdo; pero aquel sol de los danzantes no suele acotar sus pasos hasta ti. En cambio, una elipse interrumpida que entorpece mediciones sacará a la luz verdades manifiestas sobre el cuerpo, desde el aire y con la voz de los señeros siglos que preceden y establecen fundamentos a la ciencia de acercarnos otra vez. Entre el cálculo y la rima que nutre a tu hermosa descendencia vagarán estos fantasmas de palabras extranjeras hasta mí.

12.3 Por eso he de recurrir a la espiral de tus cabellos, acotada en mis palabras, atisbada en estos versos que se acabarán bien pronto, más allá del espectro de tus rizos y la grave proporción de los sonidos que te nutren. Por eso la voluntad de no perderte por completo me persigue entre sombras largas del ocaso y acumulo estrellas mientras pienso que en otro tiempo el polvo de la luna nutrió todas las cosas buenas nacidas de nuestro vínculo en la voz.

12.4 Así que espera un poco más, y el resplandor de una sonrisa alcanzará tus soledades. Tal como a mí me ha sorprendido el discurrir de tus cabellos sobre el tiempo en que las hojas reverdecen. Aquel lugar donde te encuentras tendrá por siempre la mejor visión del infinito que es en el oscuro de las ondas de tu espacio, y no sabremos cuánto más nos nutrirá con sus compuestos pero de algo estoy seguro: que tu misterio no será encubierto por la ciencia.

12.5 Veremos el milagro de tu brillo con la esencia de los cálculos ocultos que nos deja la memoria. En los doctores que recitan desde el frío en sus corazones oiremos los conjuros como fórmulas infames e incompletas de la vida y el sublime natural pero sin alma en sus cabellos, y tendrás que hacerles ver que no sólo en grados o de libros vive el hombre sino de toda vida que produce la belleza y de todo ruido que produce la alegría de un nuevo ser.

12.6 Y con la voz en sintonía con el reverso de tus rizos, apagarás todas las dudas que nos quedan por vivir. Simplemente porque el beso escondido en tus cabellos se desata cuando esa luz de la razón se apaga y comienzan las horas del ensueño. Como si nadie hubiese visto que mis pasos se acercaban, me repito entre estos versos que el camino me ha alejado; pero lo cierto es que se queda este recuerdo junto a mí. 

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