§ 1. De cómo una mujer con chinos no debe hacer caso de
lo que la gente lacia le critique
Para Shu
1.1
Se dice que cada cabeza es un mundo, que en cada mundo
hay ideas infinitas, que el infinito cabe en una cáscara de nuez. Yo he
conocido incontables universos y, entre ellos, algunos de cabelleras
desparpajadas, abundantes como selvas, atroces como amaneceres. Sus claroscuros
me han robado (no en pocas ocasiones) la concentración, y las ideas se han
puesto a maquinar mejores formas para cantar todas sus bondades.
1.2
Nunca, sin embargo, he logrado perderme en su filigrana
de retruécanos masivos. Con todo, sus rizos fascinan por lo indómito de su voluntad,
lo desconcertante de sus retornos en medio de humedades, lo natural de su
cascadeo sobre los hombros y sobre los nombres. Permanecen brillantes para
siempre, y en constante reformulación, debido a que carecen de la aerodinámica
propia de los tejidos más moldeables, pero menos divertidos, de los lacios.
1.3 Por esta
razón, por el movimiento perpetuo y el reacomodo constante de sus salvajes
cabelleras, la mujer de rizos posee una sensibilidad especial para el cambio y
la transferencia. Es un rasgo que domina su carácter y que le permite repensar
en un santiamén cursos enteros de acción cuando se ve enfrentada a la
inamovilidad de los destinos. No así los lacios, para quienes todo es
engominado y perfecto, en quienes reposa una serenidad estática de frutos
acicalados y moradas impermeables.
1.4 De modo que la
diversidad de caracteres que se impuso en el principio de los tiempos por mor
de la simetría en el universo, no debería obstaculizar el avance de las espirales
y quebradas formas curvilíneas de la conciencia. En cambio, al aprender a
resolver las diferencias, encontrarán que los unos contrarrestan los defectos
de los otros. O, como bien dicen los que saben, que entre bellas y peinados las
sobriedades absolutas nunca fueron elegantes.
1.5 Vale más,
por tanta ciencia, reconocer las libertades de las ondas dulcemente entre los
cielos, pues emulan el amplio discurrir de las riveras y la sabia discusión de
los aéreos que nos empujan persistentes con seducción inescrutable a disfrutar revoloteos
de juventudes y memorias ancestrales.
1.6 Vale más,
por tantas artes, suspirar entre sus vuelos como el ave que, cantando, emula
cientos de otras voces. Vale más pintar acciones que perduren en sus curvas de
mosaicos infranqueables, como materia viva del cariño que profese un adecuado
buscador de las permutaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario