§ 2. De las
cabelleras magistrales o la gracia de los bosques siempre verdes
Para K
2.1
¡Cómo quisiera aprender del brillo de estos rizos! Y que
desde algún lejano e improbable salón de clases dividido en esperanza
desvanezcan toda duda, como rayos de la mítica Parthenos que regalaba con olivos a los sabios. Pero siempre
llegará el verano (ya se ha hecho permanente para mí) y las labores de los
cultos cesarán entre razones de cansancios, vidas nuevas, cartapacios agotados
o fulgores de abandono en esas aulas que auguraron toda dicha tras de sí.
2.2 Mientras
sigo cada pausa acanalada de tu cabellera magistral, sostengo el aliento. Entretanto
que la luz abriga tu misterio de azabache, me pregunto desde cuándo el universo
propagó hasta las cenizas su portento. Quizás no arriben abundantes sus
decursos, ni en extremo ensortijadas sus carreras; pero en esta guerra por la
paz tan anhelada, saber que sus ojos guardan, por acaso, alguna de mis letras,
me consuela del dolor y las ausencias.
2.3 Admirando
siempre desde lejos sus vaivenes, anticipo que otros ojos más humanos habrán de
merecerlos para otoño. Nido de luz, tu cabellera nada con los días los compases
del silencio que se quiebra en los sentidos de estos niños que nacieron con
barreras. No llegará su senda a los mortales, ni surgirán treinta y tres
vueltas de tuerca; pero el rumor de su alegría bastará a los oídos del Espíritu
celeste. Y sabremos que una parte de su
risa ha nacido desde ti.
2.4 Como el
árbol de ese monte que nunca pierde sus hojas en invierno, las magistrales
cabelleras jamás perderán oscilaciones. En espiral abarcarán toda bondad, toda
paciencia y ceñirán las mentes de razones. Y cuando la palabra alada se cumpla en sus
futuros, cuando el milagro nazca de tu corazón de savia, ninguna maldición hará
efecto en tu interior de ámbar puro, pues todavía habrás de sostener con tus rizos
al cansado y con tu risa a los enfermos.
2.5 Mira que el Eterno
permitió la conjunción de verdes montes y ligeros signos sonrosados bajo el
cenit del universo para hacerte. La unión de tierra y aire que permite en
comunión complementaria de colores arribar a la perfecta dicha de tus ríos
serpenteantes de bondades. Buscaré aún las palabras exactas para avistar hasta
tu cielo.
2.6 Mira que los
oídos de los sabios se sorprenden bajo el discurrir de tu belleza. Y ante la
especie ligera de las hadas que sobrevuelan los sueños de los justos con
barreras eres más bien reina y dueña de toda sabiduría y fortaleza. Entre tanta
maravilla alada, sé que encontraré algún día la oculta casa de tus bosques
siempre verdes. Sea, quizás, solamente para mirarte en silencio por la vez última,
antes de partir hacia las nieves.