§ 11. De la naturaleza elusiva de las cabelleras ondulantes
y los vuelos que provocan
Para Vale F., esta última vez
11.1Blanca es la ventana
de tu cuerpo. Y su puerta, rojo carmesí de acicalados labios, en ternuras
infinitas me atraviesan mente y corazón al sonido de la flecha de tu voz. Pero
este ciervo no baja la osamenta hasta que nota el mineral destello en tu
corona, y el tiempo pasa y se acomoda entre un espasmo, y el brote cruel de tu
cabellera esquiva me sorprende. Ya que absorbes toda luz ante tu paso, no queda
más que mirarte en un arrullo. ¡Cómo quisiera que estas astas fuesen alas!
¡Cómo quisiera despojarme de mí mismo entre tus vuelos!
11.2 Moribundo, espero
un protector. Pero el conjuro entre mis labios se ha formado como pluma. Y es
entonces cuando sueño que no me convertí en Canek, la serpiente de obsidiana,
sino que mantuve mis colores en el cielo junto a tus vuelos. Me pregunto si aún
estás dispuesta a recibir esa última caricia de mis manos o mis letras (que se
confunden a sí mismas en su andar entre piedades y profanos universos que se
engendran en el paso de los días). Esa última caricia que poco antes de caer te
prometí.
11.3 Sirena del aire, ¿y
tus alas? No te las concedieron los hombres, quienes sólo quieren el control. Pero
aún es primavera por aquí y el artilugio de tu nombre me presta, como en
astucia, las alas de cera de otro prístino insensato que se atrevió a volar
cerca de ti. Sirena del aire, ¿te alejas? No sabremos más de ti sino la estela
de nubes que rasgas. Y si aún es primavera por aquí, nos llegará en el viento
el eco de tu risa en libertad.
11.4 Si la palabra se
dispersa tras tu escape, no será lo definitivo en tus oídos. Mas si llegase a
volverse permanente en tu memoria, se volvería lo definitivo en tus ojos. Más
nítido que tus rizos que pasan, más tangible que tus caminos desandados, más
verás que nuestros ires y venires con los años. Lo definitivo en tus manos será
lo transparente de mis textos a tus labios. Aunque no pueda asirte porque eres
aire que pasa y que viene y se va entre días de sol y de tormenta.
11.5En tu cabello
encuentro el brillo que le falta a los misterios de mis días y mis silencios.
Ahí, escondido entre el espacio de sus ondas se agazapa mi deseo. Y la vida se
me va en imaginar cómo sacarlo de ahí sin perturbarte los sueños. Sé que
soltarás amarras pronto; sé que debo apresurar mis maniobras. Pues percibo que
el invierno apenas ha podido desnudar tu corazón de toda calidez, y en las
alturas, donde habitas, se reviste del afecto que, entrañable, clama todavía a
los vientos escondidos. Se recubre de otros viajes que muy pronto abarcarás.
11.6Déjame escribir una
vez más para el espacio de tus rizos, que se dibujan en jirones por el cielo
cuando pasas navegando entre tus naves. Mira que el ocaso no ha llegado y aún
nos brilla el mediodía entre los ojos, en los labios y en los corazones. Y si
no, por lo menos déjame escribir por última vez el transcurso de tus vuelos.
Más tarde, quizás, olvidarás de memoria mis andanzas hacia ti; más tarde,
quizás, el espacio sideral y el astronauta te cautiven, más cercanos a tu
estirpe de cósmica tormenta, universal y etérea.