Requiem por el Golfo
El mar nunca imaginó que, pasados los estragos, los terrestres podrían herirlo tan gravemente. Sintió desfallecer a las criaturas y en el oxígeno envenenado y en los sulfuros liberados, la madre de todas las desgracias festejó la derrota final de la entidad salina.
El mundo se cubrió de negro y la luna, que pronto habría de llorar sangre, sintió la abrumadora necesidad de alejarse de su hermana.
Y en la gravedad de su unión inseparable, el astuto Se-tochtli, hijo de la luna, profirió en vaticinio inquebrantable los desastres decretados por los hados:
Tristes, los hombres volarán los mares
y el reino del fuego comerá al de Tlaloc
sopesarán las palabras del Antiguo
y el mundo arderá en un caos.
Como al principio del preludio
los mortales suplicarán por
lunecer en el solsticio.